Envejecimiento, yoga, espiritualidad …
Va siendo habitual encontrar en las clases de Yoga a personas con un rango de edad entre los 70 y los 80 años, ya sea para mantenerse activas a través del ejercicio moderado o como terapia para tratar alguna patología o dolencia.
En ambos casos los beneficios de la práctica son incuestionables. Los adultos mayores disfrutan de más años de vida (muchas veces en plenas facultades físicas y mentales) y por ello ocupan más espacios en la vida social buscando actividades que retrasen las consecuencias del natural envejecimiento y degeneración del cuerpo y la mente. El concepto de vejez activa o saludable es un ideal al alcance de muchos. Por otro lado, el menos amable, no puede negarse el aumento de las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson y con ello un nuevo abordaje desde una visión más integral de la medicina y la salud.
El Yoga en su aspecto más físico ofrece a estas edades un trabajo menos dinámico más enfocado al micromovimiento articular, a preservar la movilidad trabajando siempre la flexibilidad desde la relajación y sin tensiones. Más allá de los físico el trabajo es mucho más integral porque interpela cada rincón de la existencia: mental, emocional y espiritual; propiciando así una nueva manera de ver y sentir la vida dejando atrás viejos patrones enquistados.
Ámbito físico: una nueva manera de colocar el cuerpo que influya de manera positiva en nuestra fisiología dejando atrás malos hábitos posturales, ganando capacidad respiratoria, flexibilidad y confianza.
Ámbito mental: experimentar la estrecha relación entre la respiración y los estados mentales. Aprender a aquietar la mente a voluntad creando estados de clama y serenidad en ausencia de pensamientos, eliminando densidad mental.
Ámbito emocional: experimentar como elevando el tono vital se rebaja y neutraliza el cuerpo emocional.
Espiritual: experimentar lo que somos en esencia. Auto conocimiento, observación y la experiencia de profunda conexión con todo lo que existe más allá de nuestra consciencia focalizada en el ego.
Aprender, desaprender y dejar espacio para algo nuevo, siempre desde la serenidad y el equilibrio; desde la compresión, el amor incondicional y el desapego en esta última etapa de la vida.
Más allá de las limitaciones de la edad y demás cuestiones que nos condicionan está lo que realmente somos y nuestro potencial intacto para experimentarlo con absoluta libertad.
La práctica de Yoga es para tod@s