"El único camino para evolucionar
es el camino del amor"

LA CONSCIENCIA DEL CORAZÓN. De la memoria celular a la mente no local. – parte 5


 

Tomás Álvaro Naranjo. Médico y psicólogo.

6.- La memoria celular

Algunos investigadores han tratado de encontrar sentido al canibalismo humano en la posible creencia de que la sabiduría u otras capacidades de la persona pudieran ser transmitidas a través de la ingestión de algunos de sus órganos. Curiosamente los antropólogos han mostrado que el impresionante desarrollo del intelecto del Homo Sapiens hace 800.000 años coincide con la instauración de estas prácticas, y hoy día, varias universidades han mostrado que algunos animales, desde gusanos hasta roedores, son capaces de adquirir moléculas de la memoria tras la ingesta de sus congéneres con ciertos aprendizajes. El ser humano no se queda atrás, e ingiere diferentes órganos animales con la intención de adquirir longevidad o capacidad sexual, valor o cualquier otra propiedad atribuida al fiero o al viril animal.

Tras cientos de estudios fisiológicos y muchos cerebros brillantes poniendo todo su empeño, a día de hoy desconocemos en qué zona del cerebro se acumulan los recuerdos. Ciertamente se han identificado estructuras que participan en el proceso, fundamentalmente hipocampo, tálamo y lóbulo temporal, pero no parece existir un disco duro que almacene el material para recordar. La doctora Candace Pert, autora de Moléculas de Emoción, ha llegado a la conclusión de que es inútil establecer una distinción entre el cerebro y el cuerpo a este respecto, porque todas las células del organismo se comunican a través de unas pequeñas moléculas conocidas como neuropéptidos, contrapartida bioquímica de la memoria, la emoción y el pensamiento, una especie de sistema de información integrado mediante el cual cada órgano o célula del organismo conoce qué es lo que está pasando en el resto. En el cerebro hay más de 60 neuropéptidos, como las famosas endorfinas, que permiten la comunicación intercelular, el envío de mensajes del cerebro a las células del resto del cuerpo, y del cuerpo al cerebro.

Propongo al lector que suponga solo por un momento que el cerebro no sea el único lugar donde queden ancladas nuestras memorias. Planteemos la posibilidad de que nuestra historia personal, nuestro aprendizaje cultural y nuestra carga ancestral hayan sido conducidos desde los órganos de la percepción, la emoción y el pensamiento, esto es, desde el cerebro reptil, mamífero y humano, hasta cada célula de nuestro cuerpo. Supongamos quelas moléculas de la información de nuestros sistemas fisiológicos de equilibrio u homeostasis, los sistemas nervioso, endocrino e inmune, hayan encarnado nuestras vivencias en la configuración de receptores de membrana y en la activación epigenética de cada una de nuestras células, constituyendo una auténtica red psicosomática engarzada estrechamente en todos los órganos del cuerpo. Supongamos que esos patrones de creencias y experiencias, conscientes e inconscientes, se encuentran almacenados en cada una de nuestras células, que como símbolos del tiempo, acumulan dicha información. Pues bien, a esto llamaremos «la memoria celular».

La memoria es la impresión que produce cada vivencia en cada uno de los niveles del ser: material, como en los músculos o las moléculas; energético, como el patrón de vibración neuronal; informacional, como el significado del recuerdo de aquella experiencia; y de conciencia, al extraer el sentido profundo de la experiencia. La rememoración del recuerdo activa determinado patrón neurobiológico y su correspondiente acción fisiológica, viva en todo el organismo, no solo en el cerebro. El recuerdo se enmarca dentro de una composición química molecular y un patrón de vibración electromagnético.

Visto así estaríamos concibiendo nuestro organismo como un ente holográfico. Un holograma inteligente que almacena nuestra experiencia global y holística en cada una de sus células. La impronta electromagnética década vivencia deja su sello energético en cada tejido, órgano y célula, que cuenta con los mecanismos adecuados para recoger dicha información, en realidad haces de luz y sonido que impactan sobre los átomos de nuestra constitución. Y es así como toda la información física, emocional, mental y espiritual queda embebida dentro del holograma de nuestro ser. Una condensación energética que vemos y tocamos en nuestro cuerpo físico denso que noes otra cosa que el reflejo de nuestro cuerpo energético vibrante cual nota musical resonando en el universo.

La matriz extracelular o sistema de Pischinger es el nexo de unión entre todas las células de un órgano o todos los tejidos del organismo. Las células eliminan sus desechos tóxicos a dicha matriz y recogen de allí nutrientes, moléculas y estímulos nerviosos. Pero si nos elevamos del nivel de la materia y vibramos en el de la energía, las células recogen experiencias, vivencias y creencias en código vibracional, se alimentan de emociones y pensamientos, inasibles e invisibles, y una vez que estos son descartados y reemplazados en el proceso de aprendizaje que es la vida, son desechados a esa otra matriz más sutil, etérica, que tanto nutre como elimina los desechos de la función vibracional celular. Y vamos contemplando ya el mapa del campo energético, portador de la vibración que llamamos memoria.

Para la medicina oriental, cada órgano o glándula resuena con una o más emociones, uno o más patrones energéticos e informacionales característicos. Por eso, un trauma emocional determinado produce un desequilibrio en un órgano o glándula concreto, especialmente receptivo, y entonces cada patrón de toxicidad emocional se asocia a determinada patología, como la ira al hígado o el miedo a los huesos. Para Gary Schwartz, los órganos almacenan energía e información de la misma forma que lo hacen una fruta, un vegetal o cualquier otro ente. Esa infoenergía almacena información física, mental, emocional y espiritual, que reooge toda la experiencia e historia individual, la información genética propia y hasta la herencia ancestral de generaciones pasadas. Nada de lo que experimentamos escapa de quedar grabado y encarnado en cada una de nuestras células y tejidos, constituyéndose así el holograma celular. La suma de memorias celulares individuales conforma la base de datos o archivos de información que almacena nuestras experiencias, dispuestas a ser recuperadas con el estímulo adecuado. Eso es lo que somos, de ahí procede nuestra forma de pensar y esta es nuestra herramienta de interacción con el mundo y con los demás.

7. Trasplante de corazón: ¿un trasplante de memorias?

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