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Fundamentos científicos de la dieta anticáncer – parte 4

Tomás Álvaro Naranjo.- Médico y psicólogo

 

Efectos sobre el microambiente tumoral

Un tumor no son solo las células tumorales que lo componen. Unas células “benignas” colaboradoras le permiten nutrirse, eliminar sus desechos y le aportan factores de crecimiento que le permiten sobrevivir. Ese tejido que rodea las células tumorales es un microambiente muy complejo, llamado matriz extracelular, en el que se desarrollan las estructuras vasculares que alimentan el tumor y las células inflamatorias que interaccionan con él. Y todo ello constituye el otro brazo de la balanza, el que representa la respuesta del huésped a las células malignas, de cuyo equilibrio resultará ya sea la estabilización de un tumor latente o bien su progresión. Las moléculas anticáncer presentes de forma natural en los alimentos representan una versión no tóxica de quimioprevención capaz de decantar la balanza hacia la detención del crecimiento del tumor.

 

La prevención y tratamiento anticáncer ideal combina el efecto de los alimentos elegidos para disminuir la división de las células tumorales, reducir la inflamación, estimular el sistema inmune e inhibir la formación de estructuras vasculares. Algunos de estos efectos no están dirigidos sobre las células tumorales propiamente dichas, sino hacia aquellas que se encargan de la nutrición, eliminación de residuos, inervación, soporte y factores de crecimiento, que le vienen dados al tumor por células que en sentido estricto no son tumorales, sino que corresponden a la respuesta defensiva del huésped ante el tumor. El efecto de la dieta anticáncer dirigido a cuidar, potenciar y mejorar la parte que se encarga de mantener a raya el tumor se incluye en la tabla siguiente y toma como referencia el microambiente tumoral.

 

Dieta anticáncer sobre el microambiente tumoral
Matriz extracelular

Dieta alcalinizante

Dieta antinflamatoria

Dieta antiangiogénica

Omega 3

Inmunonutrición

Dieta probiótica

Dieta de desintoxicación

 

  • La matriz extracelular (MEC)

La MEC es el mayor órgano del cuerpo, un 20% de nuestra masa corporal total. Además de envolver las células físicamente se encarga de modificar el potencial eléctrico que las rodea, y transmitir físicamente estímulos del exterior hasta el interior de la célula. Los circuitos de estas corrientes eléctricas en el tejido están definidos como un fenómeno iónico ligado a la polaridad celular. Existen también flujos menores que los iónicos, producidos por electrones y protones, flujos electrónicos y protónicos, el sistema de interacción energético que junto al químico constituye el lenguaje del cuerpo y del que depende su integridad. Esta red de interconexión pone en comunicación todas las moléculas del cuerpo y las vías de energía y los circuitos de información encuentran sus grandes autopistas precisamente en la MEC, cuya composición y estructura no solamente sirven de elemento de soporte, sino que constituyen precisos circuitos de transmisión mecánica, vibratoria, energética, electrónica y química, conformando la pieza clave que mantiene conectados a los órganos y que garantiza su correcto funcionamiento.

La MEC ofrece su función de autopista de comunicación gracias a su hidrofilia, depende de las intensas cargas negativas de sus componentes y aportan movimiento, contracción y giro a la matriz, que le dan funcionalidad y vida. La alteración de las cargas eléctricas de la matriz conllevará un potente impacto sobre su función. La aparición de enfermedades de cualquier tipo, infecciones o tumores producen cambios en el contenido de iones, agua y pH de los fluidos extracelulares, afectando las membranas celulares y sus micropotenciales eléctricos. La MEC constituye el reservorio de cargas negativas, capaz de donar o absorber electrones según las necesidades, de una manera tan rápida que las reacciones bioquímicas no pueden alcanzar.

 

– Dieta Alcalinizante

Los pacientes con cáncer tienen de forma generalizada un ambiente ácido en todo su cuerpo, especialmente mientras están siendo sometidos a tratamiento de quimio- y radioterapia, además del efecto de los numerosos medicamentos y el estado de ansiedad y estrés que acompaña el diagnóstico y tratamiento del cáncer, todos los cuales acidifican la MEC.

La dieta alcalina no solo produce un importante efecto sobre las células tumorales, sino que modifica el grado de acidez del líquido intersticial  que rodea el tumor. Ese líquido es lo más parecido que nos podamos imaginar al agua del mar, de donde dicen que un día surgió la vida. Está formado por un vehículo de agua con ácidos grasos, aminoácidos, azúcares y las sustancias mensajeras que el organismo hace llegar al tumor, en forma de hormonas, neurotransmisores y citocinas (las sustancias que produce el sistema inmune), además de sales minerales y los productos de desecho de las células tumorales que se cruzan en el camino en su trayecto de eliminación.

Resulta evidente la conveniencia de alcalinizar la MEC, a través tanto de la ingesta de líquidos como de la alimentación, así como de algunos alimentos en particular. Se recomienda una proporción de no más del 20% de alimentos acidificantes y el 80% restante alcalinizantes. La dieta alcalina es aquella que incluye un contenido más bajo en proteínas, grasas, lácteos y azúcares refinados, además de evitar el efecto acidificante del alcohol, el café y el tabaco, y se fundamenta principalmente en frutas y verduras alcalinizantes. El agua con limón, a la que se puede añadir un poquito de bicarbonato en algunas circunstancias (grado de acidificación, estrés, tratamiento quimioterápico, detoxificación), el agua de mar, la combinación de kuzú y omeboshi, son formas rápidas de alcalinizar el organismo. Existen tablas orientativas que informan del grado de acidez/alcalinidad de la mayoría de los alimentos.

 

  • Dieta antinflamatoria

El sustrato sobre el que  se produce la inflamación es la MEC. La dieta occidental, rica en azúcares y harinas refinadas, productos lácteos y grasas saturadas es proinflamatoria y uno de los pilares del proceso tumoral. El control de la inflamación en el microambiente tumoral constituye la pieza fundamental de la prevención y el tratamiento del cáncer. Ya en 1863 Rudolf Virchow, el padre de la Anatomía Patológica, consideró el cáncer como un intento fallido del organismo de reparar una lesión, una inflamación o una herida. Hoy sabemos que la mayoría, si no todos, los cánceres están relacionados con una inflamación crónica. Las células tumorales aprovechan los factores de crecimiento y el ambiente generado por las células de la inflamación que habitan la MEC para sostener su crecimiento.

El efecto proinflamatorio de azúcares, harinas refinadas y arroz blanco a través de su acción sobre la insulina y sus factores relacionados, deberán ser sustituidos por  otros alimentos con efecto antinflamatorio. Además será preciso equilibrar el consumo de ácidos grasos omega 3/6, reduciendo el consumo de omega 6 (ver más adelante), aceites vegetales, grasas trans y grasas animales y finalmente disminuir la ingesta y la exposición de sustancias tóxicas y contaminantes. Convendría limitar la leche de vaca, que estimula el crecimiento de células grasas y la inflamación, es acidificante y contribuye por todas esas vías al desarrollo de tumores.

Métodos naturales capaces de bloquear la acción proinflamatoria de diversas moléculas son las catequinas del té verde y el resveratrol del vino tinto, pero sobre todo la cúrcuma. Una dieta mediterránea, donde abunde el ajo, la cebolla, el puerro, el perejil y el apio, los cítricos y el romero, producirán su efecto antinflamatorio natural gracias a sus compuestos de azufre, que actúan como antibacterianos, proapoptóticos y regulan los niveles de azúcar en sangre, reduciendo los niveles de insulina y factores de crecimiento asociados. El jengibre es un poderoso antinflamatorio y antioxidante, más eficaz que la vitamina E, y también antiangiogénico. Una infusión sirve para aliviar las náuseas de la quimio- y radioterapia.

La cúrcuma es el antinflamatorio natural más potente identificado hasta la fecha. Además posee acciones proapóptotica, antiangiogénica, potenciadora del efecto de la quimioterapia. Su efecto de bloqueo de la migración celular y la invasión le acredita como un agente preventivo de  metástasis. Mezclada con pimienta negra aumenta hasta 2000 veces su absorción y su efecto.

 

  • Dieta antiangiogénica

La angiogénesis es el proceso por el que el tumor se provee de las estructuras vasculares que le permiten nutrirse. Esos vasos no están hechos de células tumorales propiamente dichas, sino que pertenecen a los tejidos normales del huésped, pero sin su colaboración el tumor no puede pasar de la fase latente a la de progresión. Una molécula del té verde llamada epigalocatequina es capaz de bloquear la angiogénesis. Otras moléculas de los frutos rojos, como fresas, frambuesas y arándanos, muestran la misma propiedad, actuando a nivel molecular de forma similar a los agentes quimioterápicos desarrollados a tal efecto, pero sin sus indeseables efectos secundarios.

Algunas plantas como la hierbabuena, el tomillo, la mejorana, el orégano, la albahaca y el romero, todas ellas ricas en terpenos, tienen efectos similares a los mencionados, y constituyen buenos aliados para la quimioterapia. El perejil y el apio, tienen apigenina, potente antiangiogénico.

Así pues, una buena aproximación antiangiogénica podría ser una dieta que incluyera champiñón, un par de tazas de té verde al día; soja en forma de tofu, tempeh, soja germinada, brotes de soja; jengibre y cúrcuma; frutos rojos (moras, frambuesas, fresas, arándanos); avellanas y nueces; perejil y apio; crucíferas como la col y el brécol y también chocolate negro.

 

  • Dieta rica en Omega 3:

El verano del (2014) se publico un macroestudio llevado a cabo por investigadores británicos sobre más de 5 millones de personas y cerca de 170.000 tumores. Lo que han hecho es relacionar el índice de masa corporal (la relación entre el peso y la altura) con los 22 tumores más frecuentes, demostrando una asociación con 17 de ellos, el primero de la lista el cáncer de útero, con un 41% más de riesgo atribuible al exceso de peso. Los autores han cuantificado que por cada kg/m2 de aumento en el índice de masa corporal, se producen casi 4.000 nuevos casos de cáncer al año en Reino Unido. La conclusión es clara y ya ha sido objeto de comentarios editoriales en revistas científicas: la obesidad produce cáncer. Los mecanismos propuestos son por un lado el efecto proinflamatorio del tejido adiposo y por el otro los cambios en el metabolismo hormonal, en particular sobre la insulina y sus factores de crecimiento asociados. Otros estudios muestran como un exceso de grasas aumenta hasta un 300% las metástasis del cáncer en animales en condiciones controladas de laboratorio. Y una dieta rica en grasas, carne roja y cereales refinados, esto es, la dieta occidental, triplica el riesgo de recaída de cáncer de colon en el humano.

Una ración de pizza industrial tiene tres veces más grasa que un filete. El buen funcionamiento del organismo depende del equilibrio entre los ácidos grasos omega 3 y omega 6, que se ha modificado drásticamente en los últimos 50 años en la dieta occidental. Muy perjudiciales son las grasas hidrogenadas, procedentes de la manipulación industrial de los alimentos, las llamadas grasas “trans” que son omega 6 pero modificadas, con lo que producen más inflamación que el omega 6.

Mientras que los omega 6 contribuyen a la rigidez de las células, la inflamación y la proliferación celular, los omega 3 contribuyen a un correcto desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso, flexibilizan las membranas celulares, muestran un papel antinflamatorio y regulan la proliferación celular. El pescado azul como el atún, la sardina, el salmón, la caballa, el arenque y la trucha son ricos en ácidos grasos omega 3, como lo son las nueces y las semillas de lino, de origen vegetal.

Los omega 3 pueden reducir el número y tamaño de pólipos precancerosos, disminuyen la inflamación asociada al tumor y aumentan la respuesta a la quimioterapia. Los polifenoles del aceite de oliva poseen propiedades antitumorales como ha demostrado un grupo de científicos españoles, con un importante efecto sobre un subtipo de cáncer de mama, el HER 2 positivo, en donde es posible observar una inhibición del gen asociado al tumor en un 80% en pocas horas, lo que representa un logro superior al que pueden producir los fármacos disponibles.

 

  • Inmunonutrición

Si existe un sistema capaz de detener y/o controlar el crecimiento de un tumor, ese es el sistema inmune. Destacaremos como inmunonutrientes el papel de algunos alimentos, setas, algas y el selenio. Alimentos como verduras y frutas ricas en carotenoides, zanahorias, calabacín y calabaza, tomate, caqui, albaricoques y remolacha. Muchas setas estimulan el sistema inmune, como el shiitake y el maitake, que contienen lentinano, especialmente durante la quimioterapia. Las algas frenan el crecimiento del cáncer e inhiben el crecimiento del tumor por vía hormonal antiestrogénica. La fucoidina (en algas kombu y wakame) posee un poderoso efecto sobre células NK (natural killer) y son proapóptoticas. La fucoxantina es un carotenoide efectivo para inhibir el crecimiento tumoral.

La agricultura extensiva despoja a la tierra de sus niveles de selenio, que se encuentra en verduras y cereales de agricultura ecológica, pescado y marisco, potente inmunoestimulante y antioxidante.

Finalmente los probióticos son inmunoestimulantes indispensables.

 

  • Dieta probiótica

El ser humano dispone de más de 100 billones de bacterias en el intestino, entre 1-2 kilos  que establecen una relación simbiótica con su huésped. Estos microorganismos beneficiosos producen vitaminas, aumentan la absorción de algunos minerales, estimulan la inmunidad y previenen el desarrollo de alergias e intolerancias alimentarias. Además contribuyen al nivel energético de la persona, destruyen toxinas y protegen al organismo de otros patógenos. La Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos o la Organización Mundial de la Salud definen a los probióticos como microorganismos vivos que en cantidades adecuadas confieren beneficios sobre la salud del huésped, cuya administración fue propuesta por Metchnikoff hace ya casi 100 años. Entre otras cosas se emplean para prevenir el cáncer y contribuir a su remisión. Los probióticos son inmunoestimulantes y se encuentran al alcance en cualquier supermercado en forma de lactobacillus acidophilus y bifidus, yogures orgánicos, kéfir, col fermentada o pescado en escabeche, por poner solo unos ejemplos.

El concepto de prebiótico es más reciente, y corresponde a ingredientes capaces de producir cambios específicos en la composición y/o la actividad de la microbiota intestinal. Son sustancias vegetales que el intestino no puede digerir pero si que sirven de alimento para las bacterias benéficas que se alojan en él. Entre los alimentos que contienen polímeros de fructosa y estimulan el desarrollo de bacterias probióticas se incluyen el ajo, cebolla, tomate, espárragos, plátano y trigo.

 

  • Dieta de desintoxicación

Los canales de excreción del organismo están constituidos por órganos que actúan a forma de filtros, el hígado y tubo digestivo, los riñones, los pulmones y la piel. El papel principal de la desintoxicación radica en disminuir la inflamación que facilita el desarrollo del cáncer. Ello se conseguirá simplemente reduciendo el consumo de azúcar y harina refinados, los productos lácteos y la proteína de origen animal, todos los cuales estimulan la inflamación y el crecimiento celular. Reducir asimismo el consumo de ácidos grasos omega 6, grasas trans y grasas animales además de disminuir la exposición a sustancias contaminantes. Con respecto a la toxicidad producida por los tratamientos quimioterápicos, una adecuada nutrición desempeña un papel preventivo primordial.

Ayunar o hacer una dieta vegetariana cada cierto tiempo ayuda a limpiar los filtros y mantener el organismo en un entorno alcalino. Los cítricos, ricos en flavonoides antinflamatorios, el zumo de granada y el vino tinto rico en polifenoles como el resveratrol muestran un poderoso efecto antienvejecimiento y molecular anticáncer. La desintoxicación hepática a base de dietas depurativas, monodietas a base de frutas, zumos y caldos, y verduras como la alcachofa y el cardo constituyen el complemento ideal de una dieta anticáncer que toma como referencia el microambiente tumoral.

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