Estar sometidos a situaciones de estrés en nuestra etapa postnatal y durante la infancia puede acabar alterando el desarrollo del cerebro.
Tomás Álvaro
El estrés en las primeras etapas de la vida tiene consecuencias decisivas a nivel cognitivo y emocional. Además, produce cambios duraderos sobre el comportamiento y aumenta el riesgo de padecer alteraciones de la salud física y mental en el adulto.
Bebés sin estrés, adultos felices
La falta de atención o de cuidados durante los primeros años de vida, así como las dificultades físicas o emocionales, se asocian a una maduración incorrecta del cerebro que acaba afectando a la regulación emocional y el desarrollo cognitivo.
Estos déficits persisten años después que el estímulo estresante haya desaparecido, y pueden ser los responsables de alteraciones psicopatológicas en el adulto.
Consecuencias del estrés infantil
El estrés infantil aumenta el riesgo de padecer alteraciones neuropsiquiátricas a los largo de la vida. Así lo indica el estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Adelaida en Australia. Los resultados muestran que:
- El estado de ánimo se ve afectado y aumenta la susceptibilidad de padecer ansiedad, abusar de drogas, esquizofrenia y autismo.
- Enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes, las alteraciones respiratorias y cardiovasculares, también se asocian al estrés temprano postnatal.
El mecanismo por el que ocurren todas estos cambios y enfermedades se debe a la disfunción de ciertas estructuras cerebrales, encargadas de modular la respuesta al estrés, así como la alteración que algunos genes sufren debido a las experiencias traumáticas vividas.
Los 4 estresores infantiles más habituales
Los investigadores identificaron los factores que actúan como estresores en las épocas tempranas de la vida, una lista que se incluyen situaciones como:
- La enfermedad o la muerte de alguno de los progenitores.
- Los abusos en la infancia.
- Cierto grado de negligencia en los cuidados del niño.
- La pobreza o las dificultades económicas familiares.
En conjunto, alguna de estas formas de estrés infantil afecta al 40%-60% de la población occidental y han sido implicadas en más de la mitad de las alteraciones psiquiátricas del adulto.
¿Cómo se manifiestan?
El impacto del estrés también se manifiesta en cambios estructurales en diferentes áreas del cerebro, que son particularmente sensibles y ello implica cambios en la conducta y emociones como:
- La ira, la agresividad y la impulsividad, debido a un aumento de la amígdala cerebral.
- La memoria y funciones asociadas se alteran por la disminución del área del hipocampo.
- Problemas en el movimiento y la postura del cuerpo debido a cambios sufridos en el cerebelo.
- La comunicación de los hemisferios cerebrales se altera debido a cambios en el cuerpo calloso.
- La percepción, el movimiento y el intelecto, se alteran por cambios en el córtex cerebral.
- Hiperactividad generalizada debido a cambios en el sistema nervioso simpático.
El ambiente también contribuye al desarrollo de la estructura del cerebro y el comportamiento. Un enfoque muy interesante que aportan los autores de este estudio de la Universidad de Adelaida publicado en la revista Clinical Epigenetics es que más allá de los genes, se ha comprobado que ambientes diferentes tienen un impacto diferente en el desarrollo, la morfología y el funcionamiento del cerebro.
Los científicos hablan de «enriquecer» el ambiente como una herramienta que ayuda a cambiar el cerebro, desde fuera.
Cómo crear un ambiente más rico y sano
La etapa de la crianza es la más crítica pues es el momento más relevante para eliminar estresores y conseguir un entorno que propície que el cerebro del niño se desarrolle sano. Si crece feliz, vivirá como un adulto más feliz.
Nacen nuevas neuronas especialmente en el hipocampo y el cerebelo, también en áreas implicadas en el aprendizaje, la memoria, las habilidades espaciales, la psicomotricidad, el comportamiento adaptativo… Así, el ambiente ayuda a la neurogénesis.
El contacto con la naturaleza
Los colores, las formas, las texturas, los olores, los materiales naturales… enriquecen el ambiente y aportan grandes beneficios en el desarrollo emocional y cognitivo en la etapa infantil.
El acompañamiento
La afectividad y el comportamiento, se ven favorecidos por el entorno. Acompañar al niño, atender sus necesidades, le permite desarrollarse y crecer en confianza, disminuyendo el estrés y la ansiedad.