Tomás Álvaro. Médico y psicólogo. Krisis. Ed. La llave, 2009.
El poder de la intención
El desarrollo de nuevos modelos de relación, conceptos y aplicaciones es insoslayable y se encuentra en pleno desarrollo dentro de nuestra cultura y nuestra sociedad (Bolles S, et al, 2004). La consideración de ambientes óptimos de curación; de nuevas metas más equilibradas de los tratamientos y el reconocimiento del proceso de transformación que se esconde bajo la enfermedad, el dolor y el sufrimiento. La incorporación dentro del modelo teórico de la importancia de factores no conscientes en el desarrollo de la enfermedad y a veces obstáculo para la curación. La necesidad de incorporar la conciencia al proceso de relación terapéutica. La importancia relativa de los resultados técnicos y analíticos en el proceso global de diagnóstico y tratamiento. La conveniencia de incorporar procesos integrativos centrados en la relación médico-paciente… todos ellos y algunos más constituyen los pilares fundamentales de la medicina del futuro, sumados a los avances científicos y del conocimiento que deben armonizar y nunca competir o restar en dichos modelos.
Cualquier intento de curación comienza con la intención de hacerlo en el interior del profesional de la salud, sea quien sea. El núcleo de la intención curativa se apoya en una relación de aceptación, de atención consciente, de compasión y de empatía (Schmidt S, 2004). La intención, o mejor dicho, la intencionalidad, como matriz de la curación (Zahourek RP, 2004), se basa en la consideración de una fuerza mental concreta con la capacidad de curación en el marco de un fenómeno no local. Herramientas de la intencionalidad a distancia son las de la visualización, la concentración o la oración. Como es posible que estas afirmaciones resulten chocantes, quisiera recordar que existen evidencias experimentales de fenómenos que se escapan no sólo a la lógica, sino también a la mecánica y física newtonianas, como son los principios de la física cuántica. Esto es: la famosa equivalencia entre materia y energía demostrada por Einstein; la dualidad onda-partícula de la luz demostrada por de Broglie; el principio de incertidumbre de Heisenberg; el de superposición de Schrödinger y el principio de no localidad de Aspect. Dichos principios, no sospechosos de sesgos o interpretaciones interesadas, son capaces de explicar desde un punto de vista teórico los cientos o miles de evidencias empíricas «inexplicables» a la razón, que el lector interesado podrá encontrar en la literatura médica especializada, así como a lo largo de la historia de la humanidad, en toda cultura y en todo sistema de creencias.
Miller WL et al, 2003 han elaborado guías de investigación clínica para la valoración de un enfoque que tenga en cuenta la intencionalidad del terapeuta, la motivación o la transferencia de información del terapeuta al paciente. Como un posible poder de la intención se escapa a un juicio racional, de nuevo es preciso recurrir a la evidencia empírica. En el año 2003 una revista científica seria publicó una revisión sistemática para evaluar el acierto de los médicos a la hora de predecir la supervivencia de sus pacientes terminales (Glare P, et al, 2003). En las conclusiones se observó que sus predicciones estaban altamente correlacionadas con la supervivencia real…incluso cuando habían sido mal calibradas!. Ello sirvió para alertar sobre el hecho de que las predicciones de supervivencia podrían acelerar la muerte (Benor DJ, 2003) y para informar de cómo la gente, de alguna manera, puede elegir el momento de su muerte así como decidir cuándo hay una razón para seguir viviendo. A la gente le gusta morirse después de un día festivo, no antes; en pacientes con cáncer el curso de la enfermedad puede enlentecerse o incluso regresar cuando el enfermo tiene una razón para vivir. Los factores relacionados con el médico capaces de acelerar la muerte de su paciente de forma significativa parecen ser su percepción de un escaso optimismo en él, un mayor sufrimiento emocional, el deseo explícito del paciente de acelerar su muerte, el deseo del médico en asistir la aceleración del proceso y una menor preparación en psicoterapia (Kelly BJ, et al, 2004). Estos hechos nos plantean una aproximación al proceso de la relación médico/paciente que escapa a las interpretaciones más convencionales arraigadas en nuestra cultura occidental. Y nos mete de cabeza en un modelo biopsicosocioespiritual del ser humano, en el que dicha relación adquiere una dimensión trascendente en donde es preciso considerar fenómenos de tipo interpersonal, intrapersonal y transpersonal.
El fenómeno de la conciencia
A estas alturas del avance tecnológico y del conocimiento, no se dispone de una explicación neurocientífica convencional capaz de explicar el funcionamiento de nuestra conciencia. De momento, empezamos a comprender que el consciente apenas si representa una fracción minúscula de la conciencia. Propuestas sí que hay, en el sentido de considerarla como la manifestación de patrones emergentes de activación de grupos neuronales. Pero su contrastación con actividades cognitivas queda muy lejos de mostrar correspondencias claras, y eso por no mencionar el problema de explicar la naturaleza de nuestra propia experiencia interna. Desde el punto de vista de las teorías cuánticas, la coherencia cuántica y el colapso de la función de onda han llevado a elaborar un modelo de conciencia basado en los estados conformacionales de los microtúbulos neuronales (Penrose R,. 2001; Hameroff S et al, 2002), que aunque atractivo todavía tiene algunos obstáculos por superar.
La combinación de teorías basadas en la mecánica cuántica y teorías de la complejidad y el caos han dado lugar a la teoría del enmarañamiento cuántico. En ella el organismo es considerado un sistema complejo con capacidad de autoorganización según patrones definidos genéticamente, cuyo sistema de retroalimentación procede precisamente del enmarañamiento cuántico (Hyland ME, 2003). Debemos destacar el atractivo de este enfoque a la luz de los conocimientos actuales, capaz de combinar de forma particular patrones genéticos y de estilos de vida. A ese nivel operan terapias sutiles y energéticas, directas como la meditación, la dieta o el apoyo social, e indirectas, como la intencionalidad en el proceso curativo o la homeopatía. El enmarañamiento cuántico ha sido propuesto como el proceso capaz de explicar la relación entre las personas, la interacción terapéutica y el propio proceso de curación (Hyland ME, 2004) así como para explicar la complementariedad cuerpo-mente en el propio individuo (Walach H, 2005). El fenómeno de la teleportación (Sherson JF et al, 2006) o el uso de fotones como plataforma natural para la distribución de información cuántica, los famosos qubits o quantum bits (Moehring DL, et al, 2007), constituyen una avanzadilla de los retos a los que el intelecto habrá de enfrentarse en los próximos tiempos. Para quien no necesite la explicación técnica, una consideración del estado de salud más allá del correcto funcionamiento automático de cada órgano, consiste en considerar el para qué de su función. La conciencia, guiada por la intención, representa la herramienta directa de interacción con el campo cuántico, a través del cual podemos modificar la realidad, incluyendo la parte que ser refiere a nuestra salud. Salud entendida como aquel estado o sucesión de estados armónicos que permitan, faciliten y promuevan un sentido constructivo de la evolución de la persona (R. V. Albareda et al., 1990).